¿MATARON A OSAMA BIN LADEN?
Stella Calloni
“América puede hacer lo que se proponga. Esa es la historia de nuestro país. Somos una nación, bajo Dios, indivisible con libertad y justicia para todos”, este fue el mensaje fundamentalista del presidente Barack Obama, al anunciar que Osama Bin Laden había sido asesinado por tropas estadounidenses, que actuaron sin previa autorización del gobierno de Pakistán, el país donde realizaron su operación ilegal.
Stella Calloni
“América puede hacer lo que se proponga. Esa es la historia de nuestro país. Somos una nación, bajo Dios, indivisible con libertad y justicia para todos”, este fue el mensaje fundamentalista del presidente Barack Obama, al anunciar que Osama Bin Laden había sido asesinado por tropas estadounidenses, que actuaron sin previa autorización del gobierno de Pakistán, el país donde realizaron su operación ilegal.
La sigilosa operación, que demandó movilizar helicópteros y tropas, se realizó en la localidad de Abbottabad, a unos 50 km de la capital paquistaní, según explicó el presidente Obama y precisó que había durado 40 minutos y que murieron otras cuatro personas, dos correos de Bin Laden y un hijo del líder fundamentalista.
Obama también había dicho que sus tropas tenían el cadáver, que según los informes registraba un balazo en la cabeza-tiro de gracia- y además se había detenido a dos mujeres y algunos de sus hijos, que por supuesto nadie sabrá donde están, como los detenidos-desaparecidos en Guantánamo o en cualquiera de sus cárceles secretas, que conforman una de las mayores violaciones a los derechos humanos.
Pero esta “mañana medios estadounidenses anunciaron que el cadáver de Bin Laden “fue arrojado al mar, señalando que” la Operación llevada a cabo por un comando especializado, fue planeada y realizada en el más alto secreto y el gobierno paquistaní no fue informado hasta después de que tuviera lugar” (Télam 3 de mayo 2011 y otras agencias).
“El cuerpo del jefe de Al Qaida fue sacado de la residencia en helicóptero y sepultado luego en alta mar, siguiendo los ritos musulmanes, informaron fuentes oficiales estadounidenses”, en un final especial de novela negra.
Las “cuidadosas” tropas de Estados Unidos, especializadas en todo tipo de torturas, que en su momento Bush justificó públicamente, han “sepultado” en el mar a Bin Laden cumpliendo nada menos que un “rito” musulmán. Cualquier simple inspector de policía sospecharía de este final.
El atropello de la legislación internacional en Pakistán es más que evidente y responde a aquel anuncio apocalíptico de George W,Bush en 2001 donde declaraba al mundo unilateralmente la “guerra preventiva, sin final y sin fronteras”, anulando en su perspectiva –que hoy rescata Obama- la soberanía de todos los países del mundo.
Se dijo que Bin Laden resistió el ataque durante una hora antes de ser abatido por las fuerzas de elite estadounidenses y al respecto y según informó la cadena CNN, la “misión del comando era la de matar al líder de Al Qaeda y no la de apresarle”(Télam 2-5-11).
Por su parte la Comisión Europea (CE) consideró que su posición “favorable” a la muerte de Osama Bin Laden por las fuerzas estadounidenses “no contradice los valores y principios de la Unión Europea (UE), que aboga por la libertad, la democracia y el fin de la pena de muerte a escala mundial”. Y continúa “no es la ejecución de una sentencia a muerte. Seguiremos estando en contra de la pena de muerte en el futuro", como declaró la portavoz comunitaria, Pia Ahrenkelde, al ser interrogada al respecto en rueda de prensa, según un cable de la agencia mexicana Notimex (2-5-11)
Pero por supuesto, alineada casi podría decirse colonizadamente con Washington, la CE remataba que "sin duda, su muerte está dentro del contexto de los esfuerzos globales para erradicar el terrorismo" y su vocera consideró que esto "hace que el mundo en el que vivimos sea más seguro aunque no implica el fin del terrorismo”.
Se le olvidó mencionar también que en otro lugar llamado Libia, se había matado a un hijo y a los nietos de un gobernante y a centenares de personas, mediante bombardeos absolutamente ilegales, porque la misión de la ONU , también ilegal porque se tomó sin esperar los informes de situación y sin analizar la presencia de extranjeros en territorio libio, era “la exclusión aérea” para evitar bombardeos que
dañaran a la población civil.
Me atrevería a asegurar que nadie sabe a ciencia cierta que el cadáver con un disparo en la cabeza que deforma los rasgos hasta puntos irreconocibles sea el de Bin Laden. Y si lo arrojaron al mar será imposible saberlo.
Como nos han mentido en forma constante, incluso con la verdadera génesis del derrumbe de las Torres Gemelas en septiembre de 2001, tenemos todo el derecho a ponerlo en duda aunque Washington diga que el ADN certificó que es Bin Laden.
Se mintió descaradamente para invadir y ocupar IraK, se mintió de la misma manera sobre la supuesta gran rebelión popular contra Muammar El Khadafi en Libia, ya que luego por propia confesión de Obama y de acuerdo a The New York Times, agentes de la CIA fueron desplegados a fines de 2010 en Libia “para contactar a los (presuntos) rebeldes y guiar los ataques de la coalición” (30-3-11).
De acuerdo al periódico “los miembros de la central de inteligencia estadounidense habrían sido desplegados desde hace varias semanas “en pequeños grupos” en tierras libias, con la misión de establecer “contacto” con los rebeldes y determinar “blancos” de las operaciones militares. “Decenas de miembros de las fuerzas especiales británicas y de agentes de espionaje MI6 trabajan en Libia”, dice el periódico, recogiendo información sobre las posiciones y movimientos de las fuerzas leales a Gaddafi”.
Aañade que “los empleados de la CIA son un número no conocido de funcionarios estadounidenses del servicio secreto que ya trabajaban en Trípoli o llegaron recientemente” cita un artículo de Patria Grande tomando la fuente de The New York Times (Socialista @yahoogroups.com, 3 de marzo de 2011)
La novela negra de la “guerra antiterrorista” cuyo mando está en las manos de los mayores terroristas que conozca la humanidad, sin frenos, sin respeto a ninguno de los derechos establecidos, que acabaron con la credibilidad que alguna vez tuvieron las Naciones Unidas, a la vez que perpetraron con argumentos falsos el primer genocidio del Siglo XXI-más de un millón de muertos en condiciones atroces en Irak y Afganistán que nadie juzga- sigue creciendo cada día.
Nunca tan similar esta doctrina del imperio a las “fronteras seguras” por medio de las cuáles Adolfo Hitler amenazaba a una buena parte del mundo, desconociendo soberanías y derechos internacionales. Nuevamente estamos ante una enorme operación publicitaria de Washington en la que Estados Unidos intenta lograr que la atención pública se despegue de su brutal y reciente operación en Libia, matando niños.
Para esto nada mejor que una puesta en escena, similar a las que lograba Hitler en pleno auge del nazismo, cuando convocaba al pueblo alemán, sometido a la siniestra desinformación, planeada como un arma de dominación y paralización de esa población, por Joseph Goebbels, hoy multiplicado por miles y miles de sus imitadores que lo han superado largamente de la mano de la dictadura global de la
desinformación.
Por supuesto en el anuncio con bombos y platillos de que finalmente después de 10 años mataron a Bin Laden, no recordaron que este había sido- y nadie sabe si seguía siéndolo- un hombre ligado a la CIA , quien bajo ese comando creó a los llamados “talibanes” de Al Qaeda, para combatir con guerrillas apoyadas por Estados Unidos a los soviéticos en Afganistán, en tiempos de la Guerra Fría.
Bin Laden y su familia fueron socios de grandes negocios de la familia Bush, y esta historia fue magníficamente contada por el cineasta estadounidense Michael Moore.
La incógnita sobre la verdad de estos hechos nos acompañará siempre o algún tiempo, el suficiente como para que ya sea un hecho consumado la invasión de todos los países que decida ocupar el imperio bajo el mandato de que “América puede hacer lo que se proponga” aunque sea acabar con la humanidad.
Un Nobel sin escrúpulos
Atilio Borón
Un signo más de los muchos que ilustran la profunda crisis moral de la “civilización occidental y cristiana” que Estados Unidos dice representar lo ofrece la noticia del asesinato de Osama Bin Laden. Más allá del rechazo que nos provocaba el personaje y sus métodos de lucha, la naturaleza de la operación llevada a cabo por los Seals de la Armada de los Estados Unidos es un acto de incalificable barbarie perpetrado bajo las órdenes directas de un personaje que con sus conductas cotidianas deshonra el galardón que le otorgó el Parlamento noruego al consagrarlo como Premio Nobel de la Paz del año 2009.
De acuerdo con lo establecido por Alfred Nobel en su testamento esta distinción, recordémoslo, debía ser adjudicada, “a la persona que haya trabajado más o mejor en favor de la fraternidad entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos existentes y la celebración y promoción de procesos de paz.” El energúmeno que anunció al pueblo estadounidense la muerte del líder de Al-Qaida diciendo que “se ha hecho justicia” es la antítesis perfecta de lo estipulado por Nobel. Un comando operativo es lo menos parecido al debido proceso, y arrojar los restos de su víctima al mar para ocultar las huellas de lo que se ha hecho es propio de mafiosos o genocidas. Lo menos que debería hacer el Parlamento noruego es exigirle la devolución del premio.
En la truculenta operación escenificada en las afueras de Islamabad hay múltiples interrogantes que permanecen en las sombras, y la tendencia del gobierno de los Estados Unidos a desinformar a la opinión pública torna aún más sospechoso este operativo. Una Casa Blanca víctima de una enfermiza compulsión a mentir (recordar la historieta de las “armas de destrucción masiva” existentes en Irak, o el infame Informe Warren que sentenció que no hubo conspiración en el asesinato de Kennedy, obra del “lobo solitario” Lee Harvey Oswald ) nos obliga a tomar con pinzas cada una de sus afirmaciones. ¿Era Bin Laden o no? ¿Por qué no pensar que la víctima podría haber sido cualquier otro? ¿Dónde están las fotos, las pruebas de que el occiso era el buscado? Si se le practicó una prueba de ADN, ¿cómo se obtuvo, dónde están los resultados y quiénes fueron los testigos? ¿Por qué no se lo presentó ante la consideración pública, como se hizo, sin ir más lejos, con los restos del comandante Ernesto “Che” Guevara? Si, como se asegura, Osama se ocultaba en una mansión convertida en una verdadera fortaleza, ¿cómo es posible que en un combate que se extendió por espacio de cuarenta minutos los integrantes del comando estadounidense regresaran a su base sin recibir siquiera un rasguño? ¿Tan poca puntería tenían los defensores del fugitivo más buscado del mundo, de quien se decía que poseía un arsenal de mortíferas armas de última generación? ¿Quiénes estaban con él?
Según la Casa Blanca el comando dio muerte a Bin Laden, a su hijo, a otros dos hombres de su custodia y a una mujer que, aseguran, fue ultimada al ser utilizada como un escudo humano por uno de los terroristas. También se dijo que dos personas más habían resultado heridas en el combate. ¿Dónde están, qué se va a hacer con ellas? ¿Serán llevadas a juicio, se les tomarán declaraciones para arrojar luz sobre lo ocurrido, hablarán en una conferencia de prensa para narrar lo acontecido? Por lo que parece esta “hazaña” pasará a la historia como una operación mafiosa, al estilo de la matanza de San Valentín ordenada por Al Capone para liquidar a los capos de la banda rival.
Osama vivo era un peligro. Sabía (¿o sabe?) demasiado, y es razonable suponer que lo último que quería el gobierno estadounidense era llevarlo a juicio y dejarlo hablar. En tal caso se habría desatado un escándalo de enormes proporciones al revelar las conexiones con la CIA, los armamentos y el dinero suministrado por la Casa Blanca, las operaciones ilegales montadas por Washington, los oscuros negocios de su familia con el lobby petrolero estadounidense y, muy especialmente, con la familia Bush, entre otras nimiedades. En suma, un testigo al que había que acallar sí o sí, como Muammar Gadafi. El problema es que ya muerto Osama se convierte para los yihadistas islámicos en un mártir de la causa, y el deseo de venganza seguramente impulsará a las muchas células dormidas de Al-Qaida a perpetrar nuevas atrocidades para vengar la muerte de su líder.
Tampoco deja de llamar la atención lo oportuna que ha sido la muerte de Bin Laden. Cuando el incendio de la reseca pradera del mundo árabe desestabiliza un área de crucial importancia para la estrategia de dominación imperial, la noticia del asesinato de Bin Laden reinstala a Al-Qaida en el centro del escenario. Si hay algo que a estas alturas es una verdad incontrovertible es que esas revueltas no responden a ninguna motivación religiosa. Sus causas, sus sujetos y sus formas de lucha son eminentemente seculares y en ninguna de ellas -desde Túnez hasta Egipto, pasando por Libia, Bahrein, Yemen, Siria y Jordania- el protagonismo recayó sobre la Hermandad Musulmana o en Al-Qaida. El problema es el capitalismo y los devastadores efectos de las políticas neoliberales y los regímenes despóticos que aquél instaló en esos países y no las herejías de los “infieles” de Occidente. Pero el imperialismo estadounidense y sus secuaces en Europa se desvivieron, desde el principio, para hacer aparecer estas revueltas como producto de la malicia del radicalismo islámico y Al-Qaida, cosa que no es cierta. Santiago Alba Rico observó con razón que en pleno auge de estas protestas seculares -anti-políticas de ajuste del FMI y el Banco Mundial- un grupo fundamentalista desconocido hasta entonces asesinó al cooperante italiano Vittorio Arrigoni, activista del Movimiento de Solidaridad Internacional, en una casa abandonada en la Franja de Gaza. Pocas semanas después un terrorista suicida hace estallar una bomba en la plaza Yemaa el Fna, uno de los destinos turísticos más notables no sólo de Marruecos sino de toda África, y mata al menos a 14 personas. “Ahora –continúa Alba Rico- reaparece Bin Laden, no vivo y amenazador, sino en toda la gloria de un martirio aplazado, estudiado, cuidadosamente escenificado, un poco inverosímil.
‘Se ha hecho justicia’, dice Obama, pero la justicia reclama tribunales y jueces, procedimientos sumariales, una sentencia independiente.” Nada de eso ha ocurrido, ni ocurrirá. Pero el fundamentalismo islámico, ausente como protagonista de las grandes movilizaciones del mundo árabe, aparece ahora en la primera plana de todos los diarios del mundo y su líder como un mártir del Islam asesinado a sangre fría por la soldadesca del líder de Occidente. La Casa Blanca, que sabía desde mediados de Febrero de este año que en esa fortaleza en las afueras de Islamabad se refugiaba Bin Laden, esperó el momento oportuno para lanzar su ataque con vistas a posicionar favorablemente a Barack Obama en la inminente campaña electoral por la sucesión presidencial.
Hay un detalle para nada anecdótico que torna aún más inmoral a la bravata estadounidense: pocas horas después de ser abatido, el cadáver del presunto Bin Laden fue arrojado al mar. La mentirosa declaración de la Casa Blanca dice que sus restos recibieron sepultura respetando las tradiciones y los ritos islámicos, pero no es así. Los ritos fúnebres del Islam establecen que se debe lavar el cadáver, vestirlo con una mortaja, proceder a una ceremonia religiosa que incluye oraciones y honras fúnebres para luego recién proceder al entierro del difunto. Además se especifica que el cadáver debe ser depositado directamente en la tierra, recostado sobre su lado derecho y con la cara dirigida hacia La Meca.
¿Con qué celeridad tuvieron que ser hechos el combate, la recuperación del cadáver, su identificación, la obtención del ADN, el traslado a un navío de la Armada estadounidense, situado a poco más de 600 kilómetros del suburbio de Islamabad donde se produjo el enfrentamiento y finalmente navegar hasta el punto donde el cadáver fue arrojado al mar como para respetar los ritos fúnebres del islam? En realidad, lo que se hizo fue abatir y “desaparecer” a una persona, presuntamente Bin Laden, siguiendo una práctica siniestra utilizada sobre todo por la dictadura genocida que asoló la Argentina entre 1976 y 1983. Acto inmoral que no sólo ofende a las creencias musulmanas sino a una milenaria tradición cultural de Occidente, anterior inclusive al cristianismo. Como lo atestigua magistralmente Sófocles en Antígona, privar a un difunto de su sepultura enciende las más enconadas pasiones. Esas que hoy deben estar incendiando las células del fundamentalismo islámico, deseosas de escarmentar a los infieles que ultrajaron el cuerpo y la memoria de su líder. Barack Obama acaba de decir que después de la muerte de Osama Bin Laden el mundo es un lugar más seguro para vivir. Se equivoca de medio a medio. Probablemente su acción no hizo sino despertar a un monstruo que estaba dormido. El tiempo dirá si esto es así o no, pero sobran las razones para estar muy preocupados.
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