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martes, 3 de mayo de 2011

La incertidumbre del pecado

Oscar Amaya Armijo

Hoy la hipocresía se viste de santidad. Allí entre sus miasmas, los venerables hombres de la oligarquía recibirán las hostias, hablaran en lenguas, se rasgaran las vestiduras, se golpearán sus pechos, levitarán hasta el paroxismo, frente a la inmaculada imagen de Juan pablo II; pero jamás borrarán la sangre de sus manos asesinas.

Debe ser terrible buscar expiación en las manos de un Cardenal que comprometió sus hábitos con la abyección. Sus homilías no calman la incertidumbre que provoca el pecado, por ello habrá que buscar la absolución en la beatificada imagen del Papa, imagen que se devalúa cuando la canalla irrumpe en los sagrados aposentos de la Capilla Sixtina, en el Vaticano. De bebe ser grande la pestilencia de los perversos para buscar en Roma un perdón que nunca llegará, por muy ecuánime que sea Dios.

No les ajustó la Semana Santa a los oligarcas para expiar los pecados, por ello están allí, postrados de hinojos, con sus pezuñas mefistofélicas, ensuciando el sagrado templo de la Virgen María de Suyapa, rogando, con hipócrita vehemencia,  a Juan Pablo II, les limpie sus conciencias manchadas de la sangre derramada por sus sicarios. No les ajusta para lograr la gloria y la redención el “humanismo cristiano” pregonado por  San Porfirio, el lobo sosa, patrón de los oligarcas.

Por supuesto, podrán alcanzar el perdón de los monasterios, comprar mediante el diezmo las indulgencias, pero los oligarcas deben saber que, en la apabullante terrenalidad, el pueblo, que es la voz de Dios,  jamás olvida ni perdona.  

Oren oligarcas para que la refundación de Honduras los encuentre confesados. 


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