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martes, 3 de mayo de 2011

Abrazo a la transformación de la conciencia


Cuarenta luchas ATI

Juan Almendares


Ha pasado una década de nuestra  relación constructiva y fraternal  en
el seno de Amigos de la Tierra Internacional (ATI). Ha sido un
aprendizaje en un ámbito donde no hay maestros  ni alumnos, se respeta
la condición de género, la diversidad sexual, los derechos humanos  y
los derechos a la vida planetaria.


Todos y todas hemos comprendido que el aprendizaje mutuo  mediante la
organización, la resistencia, la movilización y la transformación en
lo local, regional, nacional e internacional es un compromiso esencial
en  la estrategia para preservar el buen vivir  y salvar la Madre
Tierra de la injusticia climática  y de la destrucción de la
biodiversidad.

Cada experiencia por pequeña que sea es hermosa porque las lecciones
aprendidas  nos enseñan a reflexionar sobre las  prácticas
desarrolladas.


Hemos valorado la naturaleza del trabajo colectivo  y la necesidad de
un compromiso mayor con las comunidades  originarias, campesinas,
indígenas, garífunas y la articulación con el movimiento social
(obrero, juvenil, feminista, ambiental, artístico y cultural).

En estos diez años  se ha celebrado la vida en los momentos de
alegría, dolor y sufrimiento. El proceso de lucha es la celebración de
la esperanza.

El sentido organizativo crece, se fortalece y se transforma
cualitativamente cuando se trabaja  con amor y solidaridad en el seno
del pueblo.

Las necesidades surgen y cambian en el marco de las relaciones
desiguales entre la Madre  Naturaleza y la sociedad; entre las clases
sociales y  las  relaciones  de los  pueblos oprimidos con los
sistemas de dominación cuya génesis se encuentra en la acumulación
originaria  y la mundialización del capital.


Resistir no es una condición pasiva, por el contrario es activa,
requiere reflexión creatividad y compromiso ético liberador con el
pueblo y la justicia ambiental.

Las comunidades originarias nos han enseñado el respeto  y la defensa
de los derechos de la vida, del agua,  la Madre Tierra. Las formas de
resistir son diversas y debemos respetarlas. No obstante nuestro
trabajo organizativo como institución se enmarca en la “no violencia”.

Se resiste  mediante el saber y la sabiduría cultural de los pueblos
originarios frente al poder del conocimiento que está basado en la
destrucción del planeta. Para nuestros pueblos cada parte de la
totalidad planetaria, tiene vida y es inseparable de la vida.


En tal sentido  para el indígena, el campesino la esencia de la vida
son las relaciones con la Madre Tierra  y  las que se establecen en la
vida comunitaria.  El ser indígena o campesino desaparece si son
despojados de la tierra, de sus territorios y de la vida comunitaria.

Sin organización no se puede resistir y sin la articulación solidaria
local y global con otros sectores del movimiento social, la
resistencia no es sólida y sostenible.

Sin embargo  la resistencia se enriquece cuando participamos en la
movilización del pueblo y nos identificamos con la unidad indisoluble
con la comunidad y la vida, el sentido planetario y cósmico.

Sentirnos y ser parte inseparable de la unidad del ser social con la
naturaleza y la sociedad nos ha  permitido ir corrigiendo las formas
viciadas del trabajo individualista, protagónico, patriarcal  propio
del los valores de una sociedad basada en la ganancia, la competencia,
el sexismo, la homofobia y el verticalismo autoritario.

Trabajamos en una área geopolítica y militar considerada como una de
las más violentas del mundo. El Golpe militar del  28 de junio del
2009, nos ha dejado varias lecciones aprendidas; la primera como
luchar, resistir  y movilizarnos  en un medio de terror, persecución,
amenazas a muerte, tortura, tratos crueles y degradantes, masacres
campesinas  y asesinatos de ambientalistas y defensores de los
derechos humanos.


Esta cruda violencia  y terror nos ha desnudado  la realidad  y nos ha
mostrado la verdad. Una de las mayores causas de violaciones a los
derechos humanos y ambientales tiene su raíz  en el sistema  económico
político capitalista  neoliberal aliado con la oligarquía local.

Históricamente hemos sido invadidos en el sentido militar,
tecnológico, ideológico y político para despojar a nuestros pueblos de
las aguas, bosques y tierra.

En este performance teatral de la violencia  del sistema capitalista,
detrás del telón están los ejércitos, los guardias privados, los
cuerpos policiales, los sicarios, cuyos perpetradores han sido
entrenados en la Escuela de las Américas y en los regímenes militares
de Pinochet y la ex Junta Militar argentina.

La celebración de la vida ante el dolor y el sufrimiento nos ha
llevado a una reflexión esencial: ¿Hacia dónde está dirigida nuestra
misión  a ser ambientalistas puros, neutros  limpios y a no mezclar
nuestro trabajo con las raíces de la violencia y la destrucción
ambiental?  ¿Cuál es la intencionalidad de la conciencia: reformar o
transformar?


La formación de la conciencia ambientalista es inseparable de la
conciencia política y la conciencia de clase. Entendiendo como
conciencia política la praxis social transformadora de la realidad que
tiene como objetivo el buen vivir en un planeta sostenible, con
justicia, paz  y respeto a la vida, la dignidad, la justicia
climática, la soberanía  alimentaria y autodeterminación de los
pueblos.

Reformar no es cambiar la esencia del sistema aunque en algunas
circunstancias históricas puede ser el preludio de un cambio
significativo. Sin embargo transformar es un cambio cualitativo de la
forma y esencia de una realidad y es por lo tanto el camino para un
proceso más sustancial.

La revolución verde  no fue  una revolución  porque fue una reforma
tecnológica y política que no cambió la esencia de un sistema basado
en la tasa de ganancia  los agronegocios  industriales y financieros.

La conciencia se transforma  con la participación activa, reflexiva,
crítica  y solidaria con la lucha de  pueblos en defensa  de la vida y
supervivencia de la  Madre Tierra. Sin embargo no podemos contribuir a
la transformación sino transformamos nuestras conciencias en el marco
de la praxis social.

Nuestra misión es transformar y no reformar y si se habla sin miedo de
una revolución verde debemos hablar sin tapujos de una revolución
agraria que garantice el derecho planetario de las semillas
originarias, la medicina alternativa, el respeto a la vida y la
biodiversidad.

La maquinaria de la barbarie de la biotecnología  y la tecnología
invasora cuyo objetivo principal es el crecimiento económico de las
empresas multinacionales solo han generado, hambre, enfermedad,
desolación y han convertido a nuestro pueblo en una área de
cementerios vivientes y desechos humanos.

Nuestro equipo  integrado por Candy , Mery, Claudia, la cooperante
María, Franci, Francisco, Maritza, Margarita, Blanca, Hilda,  Cándida,
Tesla y  veinte y seis  mujeres  coordinadoras  de las comunidades
abrazan  el proceso de la conciencia transformadora de los hermanos y
hermanas de Amigos de la Tierra Internacional, cuya relación con
nuestra organización  y con el pueblo hondureño  ha sido fructífera y
solidaria  en los momentos más difíciles de  los desastres
naturales-sociales  y en la defensa de los derechos  durante el
proceso del golpe militar.

Sin esta condición humana solidaria y honesta no podría uno agregar, a
la satisfacción de haber servido a la humanidad, un sentimiento de
gratificación y felicidad.


Tegucigalpa mayo 2011

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