(Foto: Delmer Membreño)
Oscar Amaya Armijo
Pepe Lobo, al parecer, nunca tuvo gas para dirigir el Estado; es decir, jamás poseyó el halito o el espíritu para ser estadista. En ese sentido es un hombre desgaseado, en pocas palabras, desafortunado para gobernar.
Sin embargo, el único gas de su desventurada vida, es el que la oligarquía le brinda para gasear al pueblo hondureño y a sus viejos camaradas del Partido Comunista de Honduras.
Recientemente este hombre dijo, sin el ánimo que proporciona el gas, que no sabía por qué estaban en huelga los maestros, y luego agregó con disimulada apatía, que no dialogaba con ellos porque él estaba imbuido en otras ocupaciones como para atender el insulso problema de la crisis educativa.
Es tan infortunado Pepe que perdió la voluntad para resolver los grandes problemas del país; la única solución que encuentra es repartir gas tóxico a los hondureños cuando estos reclaman sus derechos ante su desgraciada (léase desgaseada) dictadura.
No tiene tiempo Pepe para dialogar con los gaseados maestros, pues su ocupación máxima es desentrañar las disquisiciones del “humanismo cristiano” y cómo esta “técnica social” maritainiana, puede servir como justificación teórica a la represión fascista que ejecuta contra los opositores a su régimen opresor.
Es tan desgaseado Pepe que tienen en su haber 4 millones de bombas de gas lacrimógeno para gasear, con inusitado regocijo, a los ya gaseados “cuatro gatos” de la resistencia y del magisterio nacional, ante la incapacidad de solucionar la crisis educativa por la vía del diálogo civilizado.
Pepe, que no quepa duda, pasara a la historia como el gobernante que teniendo una vida desgaseada, le sobró gas para intoxicar a los hondureños, en vez de resolverles sus problemas más ingentes.
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