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martes, 29 de marzo de 2011

Mel Zelaya para Diario La Jornada, de México / Entrevista: Arturo Cano



Sin sombrero, Zelaya ni parece Zelaya. Pero basta verle su andar de presidente sin presidencia para saber que es el mismo hombre, el que en junio de 2009 pasó de ser el desconocido mandatario centroamericano a figura internacional, por la desgracia de y gracias a un golpe de Estado. Es Manuel Mel Zelaya y se define en una frase: “Llegué con la derecha y goberné con la izquierda”.
En Honduras, esa afirmación provocaría muchos reclamos, pero Zelaya anda ahora en un evento de izquierdistas –vino a México a invitación del Partido del Trabajo¬– y se acomoda al escenario: “Soy un liberal pro socialista”.

Desde que el nuevo gobierno hondureño le permitió la salida de la embajada de Brasil, Zelaya vive en República Dominicana, en calidad de “huésped distinguido”. Los dominicanos, informa él mismo, se encargan de su manutención: casa, transporte y colegiaturas de sus hijos y nietos. “Chávez me dio un cargo, pero hasta ahora no me han pagado nada”, dice, sin que suene a queja.

Fotografiado y grabado hasta el cansancio durante los largos meses de la crisis hondureña, el presidente derrocado hace batallar al colega Francisco Olvera. “Disculpame”, dice, con su hablar hondureño que mata el acento. “Es que ese chasquido parece metralleta”, dice de la cámara.
Zelaya se sienta frente a la grabadora, pide unos huevos rancheros (“mirá cómo me gusta la comida mexicana”) y habla poco más de una hora. Luego, sin micrófono, se explaya dos horas y media más, muestra las fotos de sus nietos en la playa, habla con detalle de la situación actual de su país y, sobre todo, reconstruye episodios de la saga del golpe de Estado. El capítulo local es su fallido exilio en México.



El exilio y el Frente

Cuenta Zelaya que el gobierno de Felipe Calderón aceptó recibirlo y que el gobierno de facto estuvo de acuerdo. Pero en esos primeros días de diciembre de 2009, cuando el canciller de los golpistas, Carlos López Contreras, preparaba el salvoconducto, vino la contraorden, a cargo de dos tenientes coroneles que se apersonaron en su oficina. Poco después, el encargado de negocios de la embajada mexicana era recibido por López Contreras, siempre con los militares detrás. El avión que Felipe Calderón había enviado dio vuelta en el aire.

Zelaya sostiene que cuando “los gringos” se enteraron de que vendría a México consideraron que era “riesgoso” tenerlo “tan cerca” y sabotearon su salida. “Si alguien me quiere ir a ver a Dominicana sólo el pasaje de avión cuesta mil dólares”, se queja ahora.

En esos días, sin embargo, la cancillería mexicana sugirió que Zelaya no había aceptado la calidad de exiliado, pues pretendía se le recibiese como “huésped distinguido”, tal como hizo el presidente dominicano Leonel Fernández.

Con todo, Zelaya está lejos de ser el presidente derrocado que escribe sus memorias en una isla. Es coordinador del Frente Nacional de Resistencia Popular (FNRP), que agrupa a buena parte de las fuerzas que se opusieron al golpe de Estado, cosa que pagaron –y siguen pagando- con una alta cuota de represión.

El frente reúne sindicatos, organizaciones sociales, movimientos populares y campesinos, fortalecidos, paradójicamente, con el golpe de Estado. Pero no son los ñángaras (como se llama despectivamente a la gente de izquierda en Honduras) quienes preocupan más a los golpistas que aún controlan el poder judicial y otros órganos del Estado hondureño.

Los mismos que sacaron al presidente en piyama no se han atrevido a expulsarlo del Partido Liberal (PL), bajo cuyas siglas llegó Zelaya al poder. Zelaya sigue siendo un factor de poder electoral y, para muchos, la única opción para que los liberales retornen al poder.



Zelaya y el 2013
-¿Qué va a ser del Partido Liberal?

-Está muerto, pero puede revivir- dice Zelaya, quien con la grabadora encendida no quiere adelantar más sobre su ruta electoral en 2013, sea a través de su esposa, Xiomara Castro (ya “destapada” como candidata por algunos líderes), o bien de otro de los dirigentes de los “liberales en resistencia”.

“Mis decisiones políticas, en este momento que soy el coordinador del frente están orientadas a una agenda: restitución del sistema democrático a través de una Asamblea Nacional Constituyente, cese de la persecución, retorno de los exiliados, justicia para las víctimas. Es una agenda política, no electoral”, dice el presidente derrocado, y ante la insistencia se niega a trazar un futuro en la disputa del poder.

“Cuando venga mi retorno a Honduras, si acaso se da, si EU lo aprueba, en ese momento tomaré decisiones políticas. Yo me debo a las bases del frente de resistencia. Si dentro de un año toman una decisión, yo voy a respetarla. Es una nueva organización luchando por el poder y por reformas para la transformación del país”.

Unos meses después del golpe, el notable historiador hondureño Matías Funes, que nada tiene de zelayista, decía a este diario: “La oligarquía cree que se libró de Zelaya, no hombre, lo van a tener ahí cuatro años más. Y si se quita la no reelección, en 2013 les gana”.

Con la grabadora encendida, Zelaya se resiste a hablar de su futuro político o, más precisamente, a anunciar su jugada en un momento en que los hondureños ya andan “destapando” aspirantes a la presidencia en 2013.

Como los candidatos de los partidos se definen un año antes, en realidad hay una suerte de elección adelantada. Y por eso líderes liberales ya han soltado el nombre de la esposa de Zelaya. “Mi esposa es una de las personas que tiene una gran popularidad. Es una mujer muy valiente”, dice, pero evade de nuevo.

“En este momento definir sería antidialéctico”.
-Hablemos entonces de las contradicciones del momento. ¿Qué hacer con la confrontación entre los “liberales en resistencia” y los liderazgos de izquierda que confluyen con usted a la cabeza?
-El frente es una nueva organización. Considero que 70 por ciento o más del frente lo integran liberales en resistencia.
-Pero a la hora de los golpes y las marchas los que están son los ñángaras (izquierdistas).

-Ya en una marcha pedimos que levantaran la mano los liberales y lo hicieron 70 por ciento. Claro, son liberales en resistencia. Hay más contradicciones en el Partido Nacional y entre los liberales golpistas que en el mismo frente. Lógicamente en el frente hay un debate sobre el futuro, pero las posiciones del frente son muchos más coherentes que todas las demás organizaciones. Ahora, este no es el momento para que el frente tome una decisión político electoral.

-A los que mantuvieron la opción electoral no les fue tan mal, me refiero a Unión Democrática y sus cargos en el gobierno de Lobo.

-Creo que los espacios hay que utilizarlos, pero hay que saber cuándo. No me opongo a que cada quien tome decisiones en ese aspecto, pero los principios se deben sostener siempre por encima de los intereses políticos o personales. El que defienda esos principios va a ser el que tenga el respaldo popular. He pedido que se me permita volver al país y mi participación política como un ciudadano común, que no se me persiga, que no se anden inventando causas para impedir mi participación. Y que aprendan a convivir. Nosotros lo haremos con los mismos gringos, con la misma oligarquía, ellos no van a morir, ahí van a estar siempre, pero deben aprender a sentarnos en una mesa…

¿Cómo putas no iba a ser amigo de Chávez?

No hay pregunta de por medio, pero el presidente venezolano salta de manera obvia en la conversación: “A Estados Unidos me lo eché encima porque me hice amigo de Hugo Chávez, que me ha dado en un año a mí lo que los gringos me han dado en diez. ¿Cómo putas no iba a ser amigo de Chávez? Están locos los gringos”.

Su pecado, dice Zelaya, fue recortar las ganancias de las trasnacionales del petróleo. “Las quité y me eché encima a Bush, a Europa, y entonces me agarraron a balazos y me sacaron de la presidencia. Esa es la verdad práctica. Claro, me acusaron de socialista, de comunista, de que me quería quedar en el poder, cosa totalmente falsa. Yo no tenía ninguna necesidad, había hecho lo suficiente para pasar a la historia”.

-Es una idea extendida que usted no pretendía quedarse, sino volver tras la reforma constitucional.

-No es mi vocación estar administrando un país, y menos un país que es dominado por fuerzas internacionales. En Honduras lo que Estados Unidos debería hacer es poner un gobernador, porque el presidente no manda absolutamente nada.

Zelaya argumenta que su idea era hacer una Constituyente para el siguiente gobierno, que él estaba imposibilitado para convocarla porque “tenía en contra a los sectores más poderosos del país, el Congreso, la embajada”.

-¿Qué buscaba entonces?

-Un aval político para el futuro. Darle poder al pueblo para que opine, hacer la reforma más importante desde la Independencia.

Zelaya conoció a Chávez en Chile, en la toma de posesión de Michelle Bachelet y dice que desde sus primeros tratos el presidente venezolano le advirtió: “Mira, Zelaya, si te acercas conmigo te van a quitar los gringos. Si eso no te importa, cuenta conmigo”.

Ahora no deja de ver la “incongruencia” de Micheletti y Lobo, que rechazan la ALBA pero no han dado ninguna muestra de querer regresar a Venezuela el dinero que recibieron de su odiado enemigo del sur en el marco de ese acuerdo y de Petrocaribe. Zelaya calcula que son unos 150 millones de dólares.

“Los militares hondureños se negaron a liquidarme”
Zelaya vuelve al golpe. Cuenta que en una de sus estancias en Nicaragua, la esposa del presidente Daniel Ortega, Rosario Murillo, le puso al teléfono al principal ejecutor del golpe, el general Romeo Vázquez Velásquez.
“El me confiesa entonces que todo estaba preparado para mi liquidación en el momento del asalto a mi casa”.

-¿La orden era asesinarlo?

-Toda la intención de los que estaban en contra mía era esa. El me lo confiesa a mí y después lo ha dicho en la radio de Honduras. Ahora el gobierno de Lobo tiene una Comisión de la Verdad, armada unilateralmente, sólo con ellos, sin tomar en cuenta a las víctimas. ¿Por qué esa comisión no llama a Romeo para que explique ese capítulo?

-¿Y por qué no lo mataron?
-Romeo argumenta que los comandantes de las fuerzas armadas hondureñas se opusieron a mi liquidación. Los que estaban planificando el golpe plantearon de que en vista de que los militares no querían liquidarme, entonces que lo hiciera un grupo de paramilitares, que entraran al asalto y que en una refriega saliera muerto. Para eso tenían prevista la renuncia con mi firma falsificada, y fechada unos días antes, para decir ‘renunció y se mató’. Los militares hondureños también se opusieron y tomaron la decisión de sacarme a Costa Rica. Ellos sabían por dónde andaban las instrucciones de Micheletti y del grupo ese. Ahí la Comisión de la Verdad no dice nada, no investiga. Ahora bien, ¿quién puede dar un golpe de Estado por encima de los militares de un país? Solamente el Pentágono o el Comando Sur.

-A usted no le queda duda, aunque es muy difícil probar esa intervención directa de EU.

-El principal sospechoso de un crimen es el que se beneficia de él. Y del golpe de Estado de Honduras los mayores beneficiados son las trasnacionales estadunidenses, del petróleo, de las finanzas y de la seguridad, que representa el Comando Sur (que tiene una base en Palmerola, a unos 70 kilómetros de Tegucigalpa). Todas las medidas que se han tomado desde el golpe son para favorecerlos a ellos. Aclaro y salvo a la parte diplomática, que se apartó, no se metió. Más bien estuvo tratando de balancear. Esa es la parte de Barack Obama, que al final termina apoyando al golpismo, porque son más las fuerzas internas de derecha en EU. Al final termina siendo parte del golpismo, al apoyar las elecciones sin restitución democrática.

-¿Usted no vio venir el golpe?

-Yo estaba amenazado de golpe desde que empecé a tocar las trasnacionales. Un año antes del golpe, Romeo Vásquez fue a mi oficina y me dijo: ‘Presidente, vengo a informarle que me están buscando fuerzas poderosas del país para que lo quite”. El me dijo que se había opuesto.

-En su gabinete hubo quienes se opusieron a desobedecer la orden judicial. Víctor Meza y Edmundo Orellana, por ejemplo.

-Meza no se opuso. El estuvo fiel apoyando el proceso de la cuarta urna. Orellana era el más férreo defensor de la Constituyente, pero empezó a debilitarse cuando el juez, en un fallo ilegal, da unas instrucciones para que no se realice el procedimiento que se había establecido.

En este punto Zelaya entra en una explicación detallada sobre la anulación del proceso ordenada por el juez, para sustituirlo por otro. Y es entonces que cuenta que el general Romeo Vásquez le pidió que la orden de participación de las fuerzas armadas en la cuarta urna fuera por escrito. “Y después utilizó ese documento para anunciar que desobedecerían”.

Según Zelaya, Romeo Vásquez le dijo: “Su usted da una orden por escrito yo le prometo hacer todo lo necesario para que esa orden se cumpla”.
Sin embargo, “después fue a decir a los demás mandos que yo estaba utilizando políticamente a las fuerzas armadas”.

Finalmente, argumenta el olanchano, los militares hondureños “sopesaron que les favorecía más no cumplir”.

-Ellos se dijeron: “Quedamos bien con EU, con las fuerzas oligárquicas y con quienes controlan la corte y el Congreso. En ese momento se dio el golpe de Estado. Cinco días antes de sacarme a mí. En el momento en que las fuerzas armadas se rebelan y que la Corte de Justicia me quita de mi función. Los otros acontecimientos son simplemente la mecánica. Ellos se rebelan porque estaban conspirando con las fuerzas del Comando Sur.

-Una de las muchas paradojas hondureñas es que en la elección interna del Partido Liberal usted apoyó a Micheletti. ¿Por qué lo hizo?

-Usted no va a encontrar una sola declaración mía en ese sentido- corta Zelaya, aunque más tarde admite que acudió al acto inaugural de campaña del luego golpista porque éste, en su calidad del presidente del Congreso, aprobó la entrada de Honduras a la Alternativa Bolivariana de las Américas (ALBA). A ese acto, por cierto, Zelaya fue acompañado por los embajadores de Venezuela y Cuba.

-Cuando llegó usted por sorpresa a la embajada de Brasil en Tegucigalpa, una de las primeras cosas que hizo fue reunirse con Elvin Santos y Porfirio Lobo. Fue una decisión muy criticada por los líderes de la resistencia, dado que señalaban a esos personajes como parte del golpe. ¿Por qué se tomó la foto con ellos?

-Creo que darle la espalda al enemigo es la mejor forma de fortalecerlo. Al enemigo hay que verlo de frente y resolver los problemas. En ese momento estábamos en un proceso de negociación, en un diálogo para el retorno del orden democrático. Con un terrorista no se negocia, pero nosotros no teníamos otra opción. O íbamos a permitir que nos negamos a hablar, y que ellos sí querían y nosotros no, era nuestro fin político. Si yo me niego al diálogo que pedía Clinton, hubieran dicho que como me negué no se restituyó la democracia.

“Finalmente los estadunidenses faltar a su palabra, a la verdad, al terminar apoyando a Micheletti. Logramos un acuerdo para la restitución, y tenían siete días para cumplirlo. Micheletti quiso integrar un gabinete de unidad nacional encabezado por él. Fue aberrante. Y eso dividió a América Latina y debilitó a Obama, quien perdió el prestigio aquí en el continente y en el mundo”.



Lobo, el comunista del Niño Jesús

Tras unos comicios que no fueron reconocidos por la mayoría de la comunidad latinoamericana (pero sí por Estados Unidos, México y Colombia), Porfirio Lobo, del Partido Nacional (PN), se hizo de la presidencia. Una y otra vez, Lobo ha expresado que está por el retorno de Zelaya, pero se ha topado con un imbatible poder judicial controlado por el sector más duro del golpismo.

Zelaya habla de su sucesor, a quien él derrotó, por escaso margen, en las elecciones de 2005: “Lobo es amigo mío, nos llevamos bien como personas. Lo que pasa es que Lobo fue comunista en su juventud, estuvo afiliado al Partido Comunista”.

-Incluso fue a estudiar a la Unión Soviética.

-Sí. Yo no, yo soy empresario, soy liberal con una tendencia pro socialista. Y él, para querer lavarse ese expediente, anda quedando bien con los gringos todos los días. Yo no tengo por qué ver a un norteamericano diferente, y Lobo les atiende hasta los suspiros. Así no puede gobernar un país.

Antes de bajar a la entrevista, Zelaya pide media hora porque está “haciendo unas llamadas a Honduras”. Trae noticias frescas de las gaseadas y golpizas que la policía propinó a los maestros que se manifestaban (es el viernes 18 de marzo) en las calles en demanda de un aumento salarial. En la confusión generada por la represión, la maestra Ilse Ivania Velásquez, de 59 años, es atropellada y muere horas más tarde.

Zelaya dice que es posible otorgar el aumento salarial a los maestros, pero que Lobo se niega porque está atado de manos: “Un diez por ciento de aumento no es como para decir que el país va a quebrar. Pero Lobo está sometido a la cláusula salarial que firmó con el Fondo Monetario Internacional. El ha manifestado buenas intenciones en muchos momentos, pero es cautivo. En Honduras el verdadero poder está en manos de los grandes monopolios de EU, que manejan no sólo el petróleo sino todas las actividades comerciales”.

Después de la entrevista Zelaya escribe una carta en la que recuerda que su abuela, Olga Rosales, fue maestra del presidente Lobo en la escuela “Niño Jesús de Praga”: “Le enseñó todo lo contrario de lo que le está haciendo al magisterio”.


Los Horcones

En la página del Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos de Honduras se recuerda así el hecho: “El 25 de junio de 1975 en la hacienda de Manuel Zelaya, padre del actual presidente de Honduras, fueron asesinadas 14 personas que se dirigían a Tegucigalpa a participar en la Marcha del Hambre, demandando adjudicación de tierras…. Entre las víctimas cuentan sacerdotes, campesinos y mujeres, que, tras ser ultimados, fueron lanzados a un pozo de malacate. En la masacre hubo participación de los terratenientes olanchanos, incluido el padre del presidente hondureño y los militares que en ese tiempo controlaban el gobierno al mando del general Juan Alberto Melgar Castro”.
Ahora que hay tiempo de hablar largo con Zelaya, el tema surge inevitablemente.

-Alguna vez le pregunté a su madre sobre la matanza de Los Horcones. Ella me dijo: “A mi esposo lo engañaron”. ¿Fue así? ¿Qué significa ese episodio para usted?

-Fue una tragedia para Honduras. Era un gobierno militar que había subido con un golpe de Estado. Mi padre pagó siete años en la cárcel. Al final fue liberado, con libertad condicional. Mi padre fue una víctima de ese proceso y pagó con cárcel.

-¿Víctima en qué sentido? ¿Prestó su rancho bajo presión, engañado, o qué ocurrió?

-En un gobierno militar, si a usted le piden colaboración, ¿qué pasa si no la da? Mi padre estuvo siete años prisionero. Nosotros hemos condenado ese hecho, esos asesinatos. Yo que me opongo a la violencia, a la pena de muerte, la condeno en cualquier campo. Lógicamente esto tiene un significado muy relacionado con la lucha hondureña, que se suma a los acontecimientos de la Guerra Fría, de la guerra contra Nicaragua, a los ataques contra el FMLN. Honduras ha sido puente de las fuerzas militares norteamericanas, por eso la pelean tanto.

“Esos acontecimientos venían ligados a todo un proceso ideológico que desembocó en actos de violencia. Mi familia es histórica en Honduras. Mi familia vino de México, por parte de los Zelaya, es una de las más antiguas, estamos antes de la República. Las propiedades que nosotros tenemos son compradas a la Corona española.

Y tenemos de todo en la familia. Guerrilleros, curas, militares, presidentes, diputados, de todo. Va a ser difícil que encuentre un acto en Honduras donde no haya miembros de mi familia.

-Pero Lorenzo Zelaya (líder campesino asesinado en 1965, cuyo nombre llevó un grupo guerrillero de los ochenta) no era su pariente.

-Claro, él era de la mera raíz de los Zelaya.



Telesur y el ensayo

-Cuando llegó a la frontera, ¿por qué no entró?

-Porque lo impedían directamente los militares.
En este punto, Zelaya explica que Nicolás Maduro le comunica con Andrés Izarra, director de Telesur, quien le informa que uno de sus equipos ha grabado “un ensayo” de su captura en la frontera. “Sabíamos el plan, era ridículo autoflagelarme, porque ahí iba a ser liquidado”.

-¿Y cuál era el plan?

-Izarra me dice que a las siete de la mañana los camarógrafos de Telesur habían filmado un simulacro de captura, de secuestro. Y le quiero contar como es el simulacro. Habían escondido en los cerros cientos de militares.
Entra un jeep pequeño, manejado por una mujer, acompañada de tres personas que se acercan a mí, me rodean, me abrazan y se tiran al suelo. En ese momento salen más de mil elementos que están colocados en puntos estratégicos y disparando al aire.
En la confusión, dice Zelaya, pensaban “liquidarlo”.

Maximilien Arvelaiz, ahora embajador de Venezuela en Brasil, contaba de una tarde en Managua, cuando Zelaya se les perdió a los venezolanos “para buscar un sombrero porque había olvidado el suyo en el avión”. Ahora se le ve muy cómodo sin sombrero, aunque mantiene la misma postura sobre su posible retorno a Honduras: “Todo depende de Obama”.



La puerta negra y el amor

“Yo tocó la guitarra, por esto tengo estas uñas”, dice Zelaya, sentado frente al café ya por más de tres horas.

Para entonces, el presidente derrocado habla de sus hijos y nietos y, entrado en asuntos íntimos, le pregunta a Emilia Cano, presente en la entrevista con sus 18 recién cumplidos: “¿Te gusta la política?” Tras la respuesta afirmativa de Emilia, Zelaya recomienda: “Pues métete, está en buena edad para comenzar, pero no te enamores. La vida, como decía Nietzche, es demasiado grande como para seguir a una sola persona”.

Sin embargo, y ya que está en México, le da por recordar que alguna vez llevó a Honduras a Los Tigres del Norte. Y les pidió que tocaran la canción llamada La puerta negra. “Con esa canción enamoré a mi mujer”.

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