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Hablando de las secuelas del golpe de Estado, en lo referente a la cultura hondureña: ¡Cómo lamentamos que el Premio Iberoamericano de Poesía Juegos Florales de Tegucigalpa haya sido otorgado, precisamente, a un cubano! Amamos al pueblo cubano y su revolución que ha sido estrella en nuestros devenires latinoamericanos.
Pérez Boitel (el premiado): muchacho díscolo que ha participado en festivales de poesía claramente antiimperialistas de Centroamérica, como "El turno del ofendido" en El Salvador. No cuestionamos su calidad literaria, aunque por momentos nos parece demasiado conservadora, sino el hecho de que se haya dejado seducir por el jugoso premio que ofrecía la mano sangrienta de Ricardo Álvarez, uno de los más recalcitrantes defensores y ejecutores del golpe de Estado y su secuela lobista ¿Ignorancia? No creemos ¿Necesidad? Tal vez ¿Falta de dignidad? Seguro. Para nadie (a menos que viva en "La isla de la fantasía") es desconocido lo que ocurrió y sigue ocurriendo en Honduras. Presentarse a un certámen sin investigar quiénes lo promueven, quiénes sueltan la plata, quiénes intentan darse un bañito de cultura con el concurso, quiénes instrumentalizarán la premiación y sodomizarán al premiado, sobre todo tratándose de países como Honduras y su realidad, es una negligencia estomacal suprema.
Quizá no habría sido tan dramático el fallo si se lo hubiesen otorgado a un gilipollas seguidor de Zapatero, por ejemplo; pero cuesta no sospechar que la elección es estratégicamente política, más que merecidamente literaria.
Sobreponiéndose a ese dolor, queda la otra vergüenza: que Rigoberto Paredes se haya involucrado tan miserablemente (pagado, por supuesto ¿Lo irá a negar?) en una empresa como la de ese certámen que el más ñoño comprenderá no es más que una estratagema para postular a nafastos personajes golpistas, ultraderechistas, miembros del Opus Dei, ya no sólo como héroes de la política local, sino como héroes continentales (que decimos "continentales" ¡MUNDIALES!) de la cultura, las artes y la poesía. Digamos que Pérez Boitel no sabe quién es Ricardo Álvarez y, ahora, al saberlo, está avergonzado y algo hará para no poner en las paredes de su casa un diploma impreso con sangre de mártires hondureños, pero ¿Rigoberto Paredes tampoco sabe quién es RIcardo Álvarez?
¿Con qué cara se presentará Rigoberto el día de la premiación, probablemente a sentarse en la misma silla de los escarnecedores del pueblo, en la misma mesa que Ricardo Álvarez y otros energúmenos mortales? ¿No sentirá asco infinito cuando se lleve a la boca los canapés y el vino del brindis de quienes celebrarán el premio? No será capaz, en ese momento, de recordar a Isis Obed Murillo asesinado de un balazo de fusil en su cabeza; a Pedro Magdiel, asesinado por más de cuarenta heridas de yatagán; a Edwin Renán Fajardo, vejado y asesinado en las vísperas de su exposición de fotografía; y a tantos mártires que siguen multiplicándose bajo una política de persecusión y muerte que claro que no está escrita pero se practica a diario por los cuerpos represores del Estado? ¿Por un instante, podría Rigoberto Paredes imaginar que la galletita Club Social que se lleva a la boca con paté de hígado de pato es uno de los trozos de cráneo cubierto con la masa encefálica de Isis Obed que quedaron sobre el pavimento luego de recibir la bala que lo mató? Las mismas preguntas aplican para Manuel Pérez Boitel, para Salvador Madrid y para todos los involucrados en esta farsa.
Sabemos que Rigoberto Paredes nunca ha sido un hombre de armas tomar, sino de calculados pasos y letras que le han valido mantenerse como un chambero más de los gobiernos liberales que lo han protegido como mecenas, incluso de sus crisis etílicas. Claro que algo ha hecho el hombre para no caer en flagrante estafa de los recursos del pueblo: por ahí ha promovido la publicación de libros, apoyos mínimos a ciertos escritores (sobre todo de su círculo cercano), pero lo cierto es que ha sido un chambero. No se niega su pericia literaria, pero nos quedamos hasta ahí, porque no podemos ahora afirmar que sus palabras escritas contra las injusticias, contra el imperio, etc. hayan sido verdaderamente sentidas y creídas por él mismo. No. Todo parece ser sólo eso que dijimos: una calculada estrategia de sobrevivencia en un medio que tritura a quien se declara y actúa como verdadero revolucionario.¿De qué hablamos? Pues, de un hombre cuyos actos cada vez se distancian más de sus palabras, a nuestro parecer.
¡Cuelga, Rigoberto, cuelga de tus "paredes" ese diploma impreso con sangre de mártires que te darán por ser jurado del Premio Iberoamericano de Poesía Juegos Florales de Tegucigalpa!
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