Entro a
la noche, a su bajel calafateado en que las moscas celebran funeral perpetuo
para la utopía.
Entro a
la noche, a pesar del delirio de las horas que penetraron en luminosas
cuchilladas hasta la médula de la necesidad y del deseo.
Entro a
la noche. Soy el astronauta desolado, el pastor de las constelaciones cuya
frontera está en las líneas de tu mano.
Entro a
escribir una epístola imprecante al guardagujas incorruptible de la muerte.
Entro a
la noche a bendecir con mi traje de llamas la indómita floresta del cierzo.
Entro a
la noche como a los intestinos del cadáver sepultado en el corazón secreto de
tu patio.
Hago
girar tu nombre en sílabas y entro al abismo con mi lámpara de quásar. Estoy
cauterizando el aire que dejó el censor de los abrazos. Te voy a perforar la
piel con luz, como un huésped que transparenta con palabras las paredes del
misterio.
Afuera
arde la cisterna de las horas y en nuestro pecho brilla, incesante, la
anunciación de la mañana.
Samuel Trigueros
(del libro EXHUMACIONES...en prensa)
No hay comentarios:
Publicar un comentario