Oscar Amaya Armijo
Qué patético Pepe Lobo. Da vergüenza este hombre pusilánime. De militancia marxista se convirtió en cariísta, un fascismo ultramontano combinado con ignorancia política; este es un salto inconcebible hacia la involución política de un hombre que abrevó en las aguas ideológicas del Instituto de Marxismo Leninismo del Partido Comunista Soviético PCUS.
En Centroamérica en las décadas del 70 y 80 del siglo XX, la fama de Pepe se acrecentó por su conocido apoyo a las revoluciones que encabezaron el Frente Sandinista de Liberación Nacional en Nicaragua y del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional en el Salvador. Era un hombre cuya posición de clase, al servicio de las causas populares, contrastaba con su extracción de clase, pues pertenecía a los sectores oligárquicos del país.
Pero luego sorprendió su rápida trasmutación a hombre reaccionario y afiliado a los sectores más conservadores y represivos del país. Cuando apareció como candidato del ultraderechista Partido Nacional de Honduras, blandiendo un brazo de hierro y promulgando la pena de muerte, nadie podía creerlo, ni sus más íntimos amigos.
Muchos ilusos creyeron que se trataba de una táctica de Pepe, de infiltrase en el Partido Nacional, darse una nueva cobertura, agenciarse una imagen política, participar en las elecciones del bipartidismo, tomarse el poder por esa vía, y, ya en el gobierno, realizar las transformaciones sociales que él había soñado en su vieja militancia de comunista. Pero, como siempre, los ilusos mordieron el polvo del engaño.
Nadie pensó que aquel hombre que había expuesto su vida en la década del 80 defendiendo los derechos humanos de los hondureños y acompañando a los campesinos en las recuperaciones de tierra, incluyendo las de su propio padre, como por arte de magia, se echara luego en brazos del imperio norteamericano y del sector más rancio del bloque de poder dominante.
Cuando Pepe se convirtió en presidente del Congreso Nacional, se hacía acompañar de asesores “lumumberos” (egresados de la Universidad de los pueblos Patricio Lumumba, de la vieja URSS) para darse una aureola de progresismo, la que al final resultó ser una de sus peores falacias. Con el tiempo quedó evidenciada su verdadera catadura: un hombre cínico y políticamente inmoral.
Más Tarde, tras conspirar contra el gobierno progresista de Manuel Zelaya Rosales, Pepe apoyó activamente a los golpistas y logró agenciarse el poder de la nación bajo el expediente de unas elecciones ilegítimas, convirtiéndose en ¨presidente” y en el principal continuador de la dictadura michelettista que masacró al pueblo hondureño en resistencia en los años aciagos del 2009 y 2010.
Una vez tras las riendas del poder, este hombre que había mostrado una reciedumbre, sin posibilidades de manipularlo, se convirtió en un hombre pusilánime y rápidamente en títere, a tal grado que no ha podido elaborar un discurso coherente ni de su accionar como gobernante, porque al parecer solamente es ejecutor de los dictados de la oligarquía extranjera.
Por esta razón, y pese a los rastros de constructos marxistas, Pepe Lobo, no ha vacilado en avalar las más grandes represiones contra la Resistencia hondureña (asesinatos, golpeados heridos, gaseados, etc.…), los nefastos propósitos de destruir a las organizaciones populares, luego negar las conquistas sociales por recomendaciones del Fondo Monetario Internacional.
En realidad, nadie imaginó algún día que aquel hombre perseguido por sus ideas marxistas en la década de los ochenta, se convirtiera en uno de los más grandes represores del pueblo hondureño, junto a otro sátrapa del reciente pasado: el ultramontano general de cerro Tiburcio Carías Andino.
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